(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

LED: bombillas solares, con batería, por fotosíntesis y más

En los últimos meses, ciudades como Barcelona (también Madrid) han instalado nuevos semáforos con un diseño más limpio, contenido y menos aparatoso, manteniendo la intensidad lumínica que demanda un elemento tan importante.

Son los nuevos semáforos con tecnología LED, que prometen consumir menos y, de paso, convertir un elemento público siempre aparatoso y carente de personalidad en una discreta y limpia expresión de diseño industrial, capaz de pasar más desapercibido que modelos anteriores en lugares donde, por ejemplo, se intenta dar prioridad al peatón sobre el tráfico rodado.

Como vecino de Ciutat Vella, caso antiguo barcelonés cruzado por la Rambla, donde se han instalado varios de los nuevos semáforos de la zona, no me parece mal, sin ponerme a analizar qué coste tiene la medida, ni si era necesario realizar este tipo de inversiones en un momento económico delicado.

Semáforos LED

El vecino que vive cerca de la Rambla tiene la constante impresión de que en el paseo y sus aledaños sobran establecimientos de souvenires y cafés de dudosa calidad, que invaden con sus mesas y maceteros los escasos espacios que no son transitados por el otro elemento que hay que sortear: las legiones despistadas de turistas, asombradas ante la oferta de llaveros y postales de los mega-quioscos, las actuaciones de break-dance, las estatuas humanas, los carteles de paella precocinada El Paellero y otros pintorescos retazos de la zona.

No hace mucho leí un jocoso mensaje de Twitter (“tweet”, le llaman, como si se tratara del piar de un pájaro) en el que una joven habitante de la ciudad demandaba, con humorística desesperación, un “carril guiri” (un añadido al carril bici) en la Rambla para descongestionar el paseo, que permitiría a los autóctonos usar también el paseo, que ahora sólo pisan para entrar al metro o cruzar del Gótico al Raval, o a la inversa.

Cualquier medida que suponga aumentar el espacio para caminar o, al menos, reducir la cantidad de mobiliario, público y privado, es bienvenido en zonas como la Rambla. Los nuevos semáforos, que pasan más desapercibidos (para quienes andan, no para los vehículos) contribuyen a agrandar el espacio disponible para “respirar”.

La contaminación lumínica (LED o no) es desaconsejable

También ha aumentado el número de establecimientos comerciales que, en Barcelona, iluminan los rótulos de sus tiendas, cada vez más impersonales y carentes de coherencia estética, con lámparas LED. 

El consumo, de este modo, se reduce, aunque es legítimo dudar de cualquier medida que sustituya la iluminación excesiva de los rótulos y escaparates con bombillas halógenas (iluminación cálida) por otro tipo de iluminación, sea cual sea, en momentos en que la contaminación lumínica supera lo tolerable en todas las ciudades españolas.

España, con la mitad de la población que Alemania y mucha menos densidad de población, emplea mucha más energía en alumbrado público. Iluminar más con menos población en un país situado más cerca del Ecuador denota una cultura del consumo lumínico próxima al derroche que, además, actúa como peligrosa disruptora de la vida vegetal y animal de los distintos ecosistemas ibéricos.

Escaparates de dudosa calidad que contaminan la noche

Sustituir el alumbrado público necesario (que garantice la seguridad) para calles, peatones y tráfico rodado y así consuma menos, a través de una sustitución progresiva de lámparas ya obsoletas por modelos LED, es una propuesta difícil de rebatir: aumenta la duración del alumbrado, mientras disminuyen el consumo y la factura eléctrica.

Sustituir rótulos y escaparates ya iluminados con lámparas halógenas por otros que usen tecnología LED tiene menos sentido. La contaminación lumínica, halógena o LED, sigue siendo contaminación. Además, la calidez halógena es difícilmente imitable con LED, debido a que la ventaja de los diodos emisores de luz consiste en garantizar intensidad lumínica fría, carente de calor y de la sensación lumínica asociada a éste.

De hecho, ayuntamientos y administraciones de países con inviernos más fríos que los del sur europeo, como los de Canadá, se plantean si sustituir los semáforos actuales por alternativas LED, debido a que las lámparas con diodos emisores de luz no emiten ni el calor más imperceptible y, por tanto, son incapaces de derretir la nieve y el hielo que se acumula en los semáforos durante los meses más inclementes del año.

La vida en 2232

Hace unas semanas compré un pequeño flexo LED con base de pinza para asir al cabecero de la cama y, así, poder leer a última hora sin molestar. El folleto de la lámpara, negra y con diseño sobrio, promete que la pequeña bombilla LED (que no puede cambiarse, sino que viene integrada en el brazo), durará 50.000 horas.

Suponiendo que uso la lámpara 5 horas al día, 5 días a la semana, mientras estoy en Barcelona (unas 45 semanas al año), el flexo dará 225 horas de servicio al año. De seguir con el mismo uso a lo largo de los años, la bombilla integrada en la lámpara y, por tanto, no intercambiable, se fundiría de aquí a 222 años, en 2232.

De ser cierto, y suponiendo que ninguno de los restantes componentes de la lámpara tuvieran ningún inconveniente a lo largo de los años, algo difícil de creer, ya tengo un preciado bien material que quiero legar a mis descendientes. 

Comparación entre incandescentes, CFL y LED

El estudio de la firma alemana especializada en iluminación Osram sobre los costes totales de las tres tecnologías de iluminación usadas en la actualidad durante todo el ciclo de vida de las lámparas, confirmaba que las dos opciones de bajo consumo, conocidas con las siglas CFL y LED, usan durante toda su vida útil aproximadamente el 20% del total energético requerido por las tradicionales lámparas incandescentes (o su variante halógena), que aceleran su recesión.

Familias y empresas de todo el mundo se han apresurado en el último lustro a sustituir lámparas convencionales por opciones de bajo consumo, cuyo precio de compra es más elevado, aunque su duración es igualmente muy superior a la de la bombilla incandescente.

La lámpara fluorescente compacta (CFL) se ha convertido en la opción mayoritaria de bajo consumo, por su extensiva implantación en el mercado y su precio, más asequible que el de la tecnología que usa diodos emisores de luz (LED). 

La opción LED es, sin embargo, más duradera, fiable, resistente a posibles roturas e inocua, tanto para el medio ambiente como para la salud de personas y animales, debido a que las lámparas con diodos emisores de luz carecen de mercurio, un metal pesado tóxico usado en pequeñas cantidades en las lámparas CFL.

Desde 2009, varias compañías han presentado sus lámparas LED para iluminación doméstica y, a medida que crece su adopción, disminuye el precio de las nuevas bombillas.

Si las tres tecnologías se comparan en consumo, las bombillas LED muestran su superioridad, al durar 2,5 veces más que las alternativas CFL, y unas 25 veces más que cualquier modelo actual de lámpara incandescente. El estudio de Osram confirmó un dato que demandaban usuarios, asociaciones de consumidores y empresas: basta con fijarse en el consumo eléctrico y duración de una bombilla para guiarse durante el proceso de compra, ya que en su uso reside la práctica totalidad de su huella ecológica.

Manufacturar y distribuir una bombillas tiene un coste, según el estudio, de sólo el 2% de la energía usada a lo largo de todo el ciclo de vida de las lámparas, una fracción minúscula de la energía empleada para producir luz.

LED y CFL consumen menos pero, ¿de dónde viene la electricidad?

A medida que se presentan nuevos modelos de bombillas LED, una tecnología que carece de mercurio y más que duplica la duración de las lámparas incandescentes de bajo consumo (CFL), sólo queda un escollo de consideración que podría evitar su rápido crecimiento en hogares, empresas y alumbrado público: su coste inicial, que continúa siendo superior al de la alternativa con mercurio, CFL.

Las lámparas LED de hace unos años tampoco eran capaces de alcanzar la intensidad luminosa de las bombillas fluorescentes e incandescentes, pero esta limitación ha desaparecido con los primeros modelos comerciales asequibles para el uso doméstico, que usan mayores concentraciones de diodos emisores de luz en el mismo espacio, en función de la intensidad lumínica que se quiera alcanzar.

En el campo de la iluminación, los avances técnicos se han centrado en el desarrollo de nuevas lámparas pero, hasta el momento, no existen demasiados proyectos que se hayan ocupado también de garantizar la autonomía energética, mediante la incorporación de baterías a las bombillas; o a través de mecanismos que generen la energía necesaria para que funcione la bombilla, para crear sistemas de iluminación que no requieran la conexión a la red eléctrica o la costosa instalación de sistemas alternativos para obtener energía, mediante fuentes renovables como los paneles solares fotovoltaicos o los mini-molinos de viento, entre otras opciones.

Cristal Chun Hua: vidrios de las ventanas que generan electricidad

La empresa china Chun Hua quiere popularizar un nuevo tipo de cristal para ventanas, puertas y otras superficies; además de permitir el paso de la luz, el cristal genera electricidad. Una superficie equivalente a una pequeña ventana de 1 metro cuadrado podría alimentar más de 2 vatios hora, que podrían ser transmitidos a las bombillas LED de la casa.

El cristal puede ser fabricado, según la compañía, con mayor o menor opacidad, en función de la privacidad que se quiera alcanzar y de la cantidad de energía que se pretende obtener, ya que más opacidad implica mayor energía generada.

El sistema permite sustituir los ventanales que reciben más iluminación, que a menudo requieren cortinas y marquesinas para salvaguardar la intimidad y proteger el interior del sol, con vidrios que dejarían pasar suficiente luz al interior, garantizarían intimidad y generarían electricidad para iluminar la casa cuando el sol se retirase.

Nokero N100: una bombilla LED autónoma con células solares

¿Qué ocurre cuando se carece de red eléctrica a la que conectar las lámparas, nuestra intención es situar focos de luz en exteriores o, simplemente, queremos llevar nuestra bombilla con nosotros? La firma Nokero ha presentado una bombilla LED con diseño resistente a prueba de exteriores, que incluye pequeñas células solares en el reverso de la lámpara, para que la luz absorbida durante el día se transforme en varias horas de brillante iluminación LED cuando se va el sol, al incluir cinco diodos emisores de luz.

Nokero cree que la bombilla tiene utilidad en el mundo en desarrollo, aunque desestima la voluntad de millones de personas de reducir su factura eléctrica, su dependencia con respecto de redes eléctricas que dependen del carbón y el gas natural, o la simple necesidad de iluminar lugares y veladas que a menudo se celebran  lejos de un enchufe, sea una montaña aislada o el extremo más alejado de nuestra pequeña terraza.

Lite-On Mobile Lamp LED: bombilla con batería incorporada para cuando se va la luz

Nos guste o no, la mayoría de nosotros está lejos de lograr la autonomía energética a corto plazo y depende de la tradicional red eléctrica centralizada para alimentar iluminación, electrodomésticos y aparatos electrónicos e informáticos.

Con la pujanza de los dispositivos portátiles multimedia, ordenadores portátiles, tabletas electrónicas, teléfonos móviles y otros dispositivos, más que reducir paulatinamente nuestra dependencia energética personal, ésta aumenta. En ocasiones, olvidar un cargador cuando se espera una llamada importante o se desea trabajar remotamente produce, como poco, un cierto desamparo.

Del mismo modo, el corte del suministro eléctrico paraliza muchas actividades cotidianas. Los aparatos electrónicos e informáticos portátiles incluyen batería con una autonomía que puede resultar suficiente si se trata de un pequeño corte eléctrico. 

No obstante, no ocurre lo mismo con la iluminación. En pleno siglo XXI, cuando se va la luz, se va. Nos quedamos a oscuras. Quizá con un iPad, un iPhone o un Nexus One en nuestro regazo, pero no hay luz para ir al baño o desplazarse por el hogar sin tropezarse.

La compañía Lite-On quiere acabar con esta limitación. Consciente de que las bombillas actuales necesitan que funcione la corriente de suministro para funcionar, Lite-On ha desarrollado una bombilla LED que imita la forma de las lámparas convencionales, para así resultar compatible con cualquier portalámparas. Al tratarse de una bombilla LED, una tecnología que no requiere demasiado espacio, la parte trasera de la lámpara incluye una batería que permanece cargada mientras hay acceso a la corriente normal.

Cuando se va la luz, la batería incluida por la bombilla garantiza 2 horas más de luz, suficiente para superar las inconveniencias de la mayoría de los cortes eléctricos, si se trata de las averías más habituales, consistentes en pequeños cortes de suministro.

Lámpara Mike Thompson de Designboom: funciona con algas, agua y tu aliento

Vidrios para ventanas que generan energía para usar posteriormente en iluminación; bombillas LED con células solares para iluminar cualquier lugar, por recóndito que sea; bombillas LED que incluyen batería con 2 horas de autonomía, suficiente para salvar un corte de luz.

Pero, ¿qué ocurriría si lleváramos conceptos similares a sus últimas consecuencias? Tras recibir un encargo de la firma Designboom, el diseñador industrial Mike Thompson no se ha reprimido con el diseño de su lámpara, con un peculiar diseño cónico, que funciona con una reacción energética producida con algas, agua y nuestra respiración.

La lámpara de Thompson tiene un diseño que imita técnicas de la naturaleza (biomimesis): nuestra respiración y el agua acompañan a las algas que, cuando la lámpara se sitúa en el exterior o un interior iluminado, producen energía a través de la fotosíntesis. La energía es almacenada a continuación en una batería que, a su vez, propulsa los diodos emisores de luz cuando el usuario enciende la luz.

Este prototipo, que requiere sólo agua, dióxido de carbono (el CO2 es aportado por nuestra respiración cuando soplamos en el interior de la lámpara a través de un orificio situado en su parte superior) y algas para funcionar, tiene total autonomía, evita cables y otras limitaciones de diseño y, más importante, da interesantes pistas sobre el futuro.

El diseño demuestra que la iluminación pública, empresarial e incluso doméstica del futuro no sólo podría ser totalmente autónoma (por tanto, económica y sencilla de mantener), sino que se comportaría como bosques de luz, absorbiendo el mayor responsable del calentamiento del planeta (CO2) y convirtiéndolo en iluminación.

Bombillas LED del presente

Los cuatro modelos LED mencionados hasta el momento muestran el potencial de esta iluminación, ya de por sí más conveniente y duradera que la alternativa CFL, al tener más vida útil y carecer de mercurio en su interior.

Existen ya varias bombillas LED en el mercado, algunas a precios más asequibles que otras. En cualquier caso, la tecnología ha alcanzado suficiente madurez como para que cualquiera pueda sustituir con garantías y la seguridad de hacer lo correcto las bombillas CFL e incandescentes que se vayan fundiendo en casa o en la oficina por bombillas LED.

Philips Master LED, Home Depot EcoSmart LED, GE Energy Smart, Sharp DL-L60AV y Panasonic Everled son algunas de las bombillas LED lanzadas últimamente.

Es tiempo de enterrar la lámpara incandescente y evitar sustituirla por lámparas que incluyen cantidades de mercurio en su interior (CFL), por muy pequeñas que sean. Las lámparas LED son un buen inicio, sin descartar futuras tecnologías. Y su precio está bajando.

Consulta a continuación los últimos comentarios sobre bombillas LED en Twitter