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Escasez y frugalidad, los mayores mecanismos de innovación

Cuando se compara la innovación entre empresas, ciudades, países o regiones, se usan indicadores como el número de patentes e invenciones, el tamaño y dinamismo de distintos sectores, los estímulos económicos y fiscales, el nivel educativo y de bienestar, la calidad de las infraestructuras, etcétera.

En varios lugares, buena parte del retraso en innovación con respecto a economías similares es achacado a la falta de ayudas y subvenciones directas, o a la dificultad para acceder al capital, público o privado. Pero los datos empíricos recabados por estudios sobre innovación simplemente contradicen esta hipótesis. 

La escasez y la frugalidad económicas no sólo no perjudicarían la inventiva empresarial, sino que serían imprescindibles en procesos de innovación consistentes y con éxito sostenido.

Las dificultades económicas no sólo producirían un aumento del paro y otros efectos negativos, ya que la incertidumbre económica se ha convertido históricamente en origen y estímulo de las mejores innovaciones. Eso sí, cuando a la vez existe un entorno que facilita la creación de empresas y el trabajo de los más innovadores.

Las ayudas económicas, por tanto, no sólo no serían imprescindibles en el proceso de innovación, sino que actuarían como freno, según varios autores. Las trabas administrativas, no obstante, son negativas en cualquier caso, tanto en períodos y contextos de escasez como en momentos de euforia económica.

Coincidiendo, tanto tiempo después, con la Grecia Clásica

En La República, Platón ya exponía que “la necesidad es la madre de la invención”. Una proposición que hicieron suya los estoicos que, como Séneca y Marco Aurelio, intentaron sublimar su pensamiento crítico practicando la frugalidad y la continencia.

Ni Platón, ni los estoicos éticos romanos Séneca y Marco Aurelio habrían ido desencaminados, a juzgar por los resultados empíricos obtenidos en miles de procesos de innovación, que coinciden en destacar la escasez y las dificultades materiales como impulsores de la inventiva más sublime. La misión de la NASA del Apollo 13, que padeció numerosas averías aparentemente insalvables, logró retornar a la Tierra innovando sobre la marcha, despejando constantemente escollos aparentemente imposibles de resolver.

Contra toda lógica aparente, y siguiendo los mismos mecanismos utilizados para salvar a los tripulantes del Apollo 13, los datos empíricos demostrarían que la escasez y la frugalidad potencian la innovación. Los especialistas en innovación afirman que los productos y servicios con más éxito en el mercado son a menudo creados cuando se imponen limitaciones intencionadas durante el desarrollo creativo. 

Apretarse el cinturón y no tener ante sí todo lo que uno considera imprescindible no bloquea ni limita, sino que produce lo diametralmente opuesto. Puede sonar a un razonamiento de Mohandas Gandhi; sin embargo, parte de la evidencia científica basada en cotejar datos de miles de innovaciones.

Las mejores ideas no parten del dinero fácil y las mejores condiciones

Uri Neren, consejero delegado de Generate Companies, reconoce que no parece una teoría lógica. Pero es un hallazgo común en estudios y métodos dispares sobre innovación, aplicados en instituciones y empresas de todo el mundo en las últimas décadas. 

Neren y un grupo de colegas decidieron crear la iniciativa The World Database of Innovation y, para ello, recabaron información detallada acerca de más de 500.000 patentes e innovaciones. El común denominador de las patentes más exitosas fueron las limitaciones, externas o externas, impuestas a cada proyecto.

En un artículo para Harvard Business Review, Uri Neren se pregunta qué pautas debería seguir una empresa para inventar algo novel y útil. “¿Existe algún proceso de pensamiento estructurado que produzca resultados fiables? Lo creas o no, se han propuesto al menos 162 respuestas a esta pregunta”. Este el número de metodologías de invención que Neren y sus colegas han recopilado en The World Database of Innovation.

De esta retahíla de métodos de innovación más o menos estructurados, un puñado de ellos se basan en evidencias sólidas. Hay que aclarar que estas técnicas, o al menos las más reconocidas, han impulsado innovaciones durante décadas y no son, aunque pudiera parecer lo contrario debido a sus nombres, una construcción tan poco sólida como El método Grönholm. Nada de verborrea vendemotos.

Cuando “sustracción”, “restricción” y “mundo cerrado” son positivos

Es el caso de TRIZ, creado por el inventor Genrich Altshuller en condiciones personales de extrema dureza, que conserva toda su credibilidad pese a su veteranía; le sigue SIT (“pensamiento sistemático inventivo” en sus siglas en inglés), así como varios modelos derivados; o el método de la productividad, popularizado por Tor Dahl e igualmente fundamentado en datos sólidos fruto de su aplicación.

Uri Neren explica que, cuando estos métodos se aplican durante años en miles de casos distintos, en sectores y entornos socioculturales variopintos, y todos convergen en el común denominador de la escasez, “es bastante seguro asumir que se trata de algo importante”. Neren se refiere al valor de la escasez y la frugalidad como estímulo de la solución creativa de problemas.

Al imponer la frugalidad y crear -a menudo artificialmente- entornos en los que, de un modo u otro, hay escasez de medios para solventar los problemas, se consigue agudizar la creatividad y el ingenio de los inventores. Las ideas creadas en contextos con este tipo de limitaciones habrían logrado innovaciones con mayor éxito económico y social, explica Neren en Harvard Business Review.

La metodología de innovación SIT, así como técnicas derivadas, se basan en conceptos como “sustraer”, “restringir” y crear “mundos cerrados”, con el objetivo de agudizar el ingenio de quienes deben hacer frente a entornos más exigentes que los obtenidos con lo que identificaríamos erróneamente como condicones óptimas: acceso sencillo e ilimitado al capital, disponibilidad de mano de obra cualificada, ventajas materiales y laborales para todos los participantes, entorno socioeconómico inmejorable, etcétera.

Ocurre que las patentes más disruptoras, los mejores productos y servicios, y a menudo las mejores empresas, nacen en coyunturas económicas desfavorables y contando con restricciones aparentemente insalvables. Algunas de estas limitaciones agudizarán el ingenio de sus impulsores y mejorarán el propio producto.

El Gulag a medida de los innovadores

Es interesante que el propio Genrich Altshuller, detenido por Stalin, inventara el propio método TRIZ durante su arresto y deportación a un Gulag siberiano. Eso sí, en los procesos de innovación de empresas e instituciones, las “restricciones artificiales” para crear entornos que impulsen la inventiva no deben ser tomadas tan al pie de la letra.

Sirve con echar un vistazo a los preceptos que, entre otros, Jason Fried y David Heinemeier Hansson, impulsores de la empresa de aplicaciones web 37Signals exponen en su trabajo diario, bitácora y ensayos publicados (Getting Real y el último, Rework). O leer las opiniones al respecto de personalidades como el cofundador de Google, Sergey Brin, firme creyente en el uso de la limitación de recursos y la frugalidad en productos y entornos creativos. La simplificación se convierte a menudo en el modelo de negocio más exitoso.

Yvon Chouinard, fundador de Patagonia, una firma de ropa técnica con sede en Ventura, California, también ha reiterado en su ensayo autobiográfico Let My People Go Surfing (Que mi gente vaya a hacer surf en la edición en castellano) que “las empresas con mejores resultados se centran en una pequeña gama de productos. Los productos de las mejores empresas también usan hasta un 50% menos componentes que los fabricados por sus rivales menos exitosos. Menos partes implica un proceso de manufactura más rápido, más simple y, a menudo, más barato. Menos partes significa menor espacio para el error; la calidad se incluye por definición”.

Los productos más innovadores parten, a menudo, de ideas surgidas de la frugalidad, la restricción y la escasez de medios.

Opiniones del capital riesgo privado sobre el acceso al capital

¿Qué piensan los profesionales del capital riesgo más reconocidos del mundo acerca de la escasez como impulsora de la innovación? No hay una opinión común o acaso formulada que responda a esta pregunta, pero sí pistas y opiniones sólidas que la avalan, aunque sea indirectamente.

Sin ir más lejos, el inversor de capital riesgo estadounidense Fred Wilson, que se dedica profesionalmente a aportar financiación privada a negocios tecnológicos en estado embrionario con un futuro prometedor, alerta a los emprendedores de que el dinero ofrecido por los inversores de capital riesgo nunca sale gratis y se debería evitar siempre que se pueda.

Semejante confesión tiene su valor, viniendo de un profesional dedicado a extraer el máximo rédito invirtiendo grandes sumas en pequeñas empresas, a menudo fundadas por profesionales inexpertos que pierden el control sobre su propia idea, cuando no cumplen con los objetivos de retorno establecidos por sus inversores.

Wilson: “hay empresas que se vuelven apetecibles. Y los inversores empiezan a lanzar dinero sobre ellas. Hay emprendedores que reciben una lluvia constante de llamadas y correos de inversores que quieren invertir. Pasado un tiempo, los emprendedores empiezan a pensar que deberían coger el dinero ofrecido. No porque lo necesiten, sino porque creen que, si la gente les está ofreciendo dinero, es probablemente una buena idea coger algo”.

Un comportamiento que, para Wilson, deberían evitar los emprendedores que no necesiten dinero encarecidamente. El inversor aconseja, entre otras cosas: no tomar el dinero de otros si no es estrictamente necesario, ya que no sale gratis; el dinero fácil y al alcance de un proyecto tiende a ser gastado, a menudo de un modo frívolo; no dejarse influenciar ni impresionar por un entorno de profesionales y empresas que acceden al capital y al crédito.

Con respecto a este último consejo, Fred Wilson recuerda no haber visto “ninguna compañía que haya superado a otra porque consiguió mayor capital privado. La mayoría de las veces, ocurre lo contrario. La empresa sobrefinanciada pierde en la mayoría de las ocasiones”. 

Cabe recordar que Wilson no sólo se dedica a la inversión de capital riesgo, sino que lo ha hecho en buena parte de las empresas Web 2.0 con más éxito. La escasez de recursos, tanto en el plan de negocio como en el laboratorio, no sólo no destruirían la innovación, sino que la fortalecen.

Innovación inversa: ideas de países pobres que se imponen en países ricos

La innovación inversa hace referencia a una nueva oleada de innovaciones que llegan primero a los países en desarrollo, para extenderse luego al resto de mercados, incluidos los países ricos.

El motivo no es otro que la superioridad de estas ideas, a menudo creadas en entornos frugales y económicamente restrictivos. Varios expertos y empresas creen que la innovación inversa ayudará a encontrar soluciones a los principales retos actuales, con tendencias potencialmente tan dañinas como el agotamiento de los recursos naturales sobre los que se basa el crecimiento (peak everything).

La innovación inversa o por goteo (“trickle-up innovation”) surge, como explican los profesores y especialistas Vijay Govindarajan, C. K. Prahalad y Stuart Hart, entre otros, en entornos donde la limitación de recursos e infraestructuras estables, así como el bajo poder adquisitivo del público, obligan a desarrollar técnicas inventivas.

El mundo emergente ya ocupa un espacio en la economía mundial tan importante como Norteamérica y Europa, la tendencia es ascendente. Por ahora, dice Vijay Govindarajan, se trata de mega-mercados con micro-consumidores, dado el escaso poder adquisitivo de las clases medias aspirantes de China, India y otros países, que se cuentan por decenas, cuando no centenares, de millones de personas.

Los productos asequibles, las tecnologías inventivas y las nuevas aplicaciones con más posibilidades de triunfar, explican los estudiosos del fenómeno de la innovación inversa, tienen lugar en entornos restrictivos, donde la falta de recursos potencia la inventiva.

De ahí que, por ejemplo, General Electric haya creado aparatos médicos portátiles con una flexibilidad extraordinaria, así como con autonomía operativa y energética, para hospitales de países donde no existen los grandes presupuestos sanitarios ni infraestructuras básicas como un sistema eléctrico fiable. Los equipos portátiles han acabado siendo exportados a Estados Unidos y otros países ricos, dado su precio, diseño y versatilidad.

Esta tendencia, aseguran, se incrementará en el futuro y secunda los hallazgos empíricos de Uri Neren y sus colegas, que hallaron en la escasez de recursos y los entornos restrictivos el común denominador de las mejores innovaciones, productos y patentes.

Pero, ¿no había que huir de la escasez como de la peste?

¿Qué ocurre cuando el estoicismo, la frugalidad y la ética del trabajo serio y constante han sido olvidados bajo los éxitos industriales del siglo XX, basados en el aumento de la producción y consumo de productos a menudo desarrollados para tener una vida útil más reducida que la de sus antecesores? La obsolescencia programada es sólo uno de los fenómenos a los que hace frente el consumidor actual.

Las empresas tradicionales de los países ricos afrontan una crisis de valores, como ocurre en la sociedad. A falta de un estudio pormenorizado de todos los procesos de innovación, como el emprendido por Uri Neren, las empresas y centros de investigación han justificado a menudo su impotencia y frustraciones en la falta de “apoyo público”, ya fuera en forma de subvenciones o de otro tipo de incentivos directos.

Con los datos en la mesa, las empresas, ideas y tecnologías no sólo no necesitan mucho dinero, sino que deberían guardarse de gastarlo alegremente, sobre todo creando entornos de trabajo en los que no haya restricción, frugalidad, austeridad, una cierta ética estoica (calvinista, si se quiere).

La escasez no es pecado, ni estigma

Tras los hallazgos de Uri Neren y sus colegas de The World Database of Innovation, secundados por tendencias como la eclosión de la innovación inversa, con productos creados con las restricciones de los países pobres que acaban imponiéndose en todo el mundo, uno creería que la escasez debería ser una valor con connotaciones positivas, apreciado o, a lo sumo, respetado. Nada más lejos de la realidad.

Tras esta argumentación, basada en datos científicos, uno diría que la escasez debe ser un valor apreciado y positivo. Nada más lejos de la realidad.

Definición de la Real Academia Española de escasez. Primera acepción: “Cortedad, mezquindad con que se hace algo”. Segunda acepción: “Poquedad, mengua de algo”. Tercera acepción: “Pobreza o falta de lo necesario para subsistir”.

A juicio de estas definiciones, parece que habría que huir de la escasez como de la peste, lo que dice mucho del contexto cultural en el que deben moverse quienes la defiendan como herramienta de progreso. Una sociedad en la que la escasez sea eliminada, después de ser culturalmente estigmatizada, no será la que más innove, la que aporte soluciones para las próximas décadas.

Porque se necesitarán las mayores innovaciones. Y personas capaces de actuar a diario como lo hicieron quienes devolvieron al Apollo 13 sano y salvo a la Tierra.

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